Por Facundo Borrego

Publicación original en Letra P: https://bit.ly/3jM4eeE

Una de las voces de Fútbol Para Todos en Brasil 2014, encabeza la lista de Perotti y los Fernández. Peronista, pero transversal. ¿Salvavidas del PJ?

Lo llamó directamente a su celular Marcelo Araujo, en su resurrección periodística como armador del Fútbol para Todos, zarpazo con el que el gobierno kirchnerista rompía todos los esquemas de la transmisión de fútbol como combustible político. Marcelo Lewandowski atendió, dijo dos o tres veces que sí, y colgó. Entendió rápidamente que ese era el salto en su carrera como periodista deportivo. Lejos había quedado el estudio de la profesión en los nada prometedores ’80, el remar en radios medio pelo, hacer móviles, de che pibe, hasta llegar al noticiero más visto de Rosario.

La maquinaria estatal también le abrió la puerta para las Eliminatorias y cubrir el mundial de Brasil 2014. Ya había estado en uno, cuando escuchó de cerquita a Maradona decir que le cortaron las piernas y se tuvo que pegar la vuelta. Creyó que ese sería el techo de su carrera deportiva, pero después, mucho después, llegó el llamado de Araujo y el avión a Río de Janeiro. Comentó una docena de partidos para la TV Pública con Rodolfo De Paoli y  Sebastián Vignolo, entre esos, el más sabroso para el mundo entero excepto vecinos: el histórico 7 a 1 de Alemania sobre Brasil. 

Aquel llamado fue sólo uno y entró derecho; fue un sólo tren, una sola oportunidad. Distinta fue su incursión en la política donde recibió varios convites para convencerlo de que su afinidad con el peronismo pasara a los hechos y no quedara en una discusión con familiares. Poca carisma, mucha exposición en televisión: le aseguraban que empatizaba con el público por más que no imantara. Traspasaba el vidrio, en términos televisivos. 

Su única participación de militancia había sido en la secundaria, en un centro de estudiantes en el último año de técnico constructor en el Politécnico a principios de los ochenta. Poco compromiso en los papeles, pero no había que convencer a ninguna estructura partidaria sino animarse. Un nuevo outsider que picó y se afirmó.  

De hecho su ingreso como precandidato a senador nacional no se dio por el impulso de Bielsa, sino por el colchón de votos que tiene en Rosario y por el ajedrez de un Frente de Todos agitado. Fortuna y trabajo fino. Entre las balas que se tiraban Agustín Rossi y el gobernador Omar Perotti, apareció Lewandowski, y Cristina Fernández le puso el tilde final. Después llegó la foto con la expresidenta.      

“La gente vota a quien le resulte creíble, no sólo por ideología”, dijo la única persona en el mundo de apellido polaco a la que le dicen gallego. Esa frase no es más ni menos que transversalidad, y la tiene. Es peronista, sí, pero le entra también a otros electores. No tiene marcas de herradura ideológica o armaduras de soldado militante. Va construyendo su propio perfil y plataforma política, hasta ahora sin que se le suelte un patín, sin pasos en falso.

Accedió la invitación en el verano de 2019. Dudó una vez más, pero sobre el filo dijo que sí a los que le tenía que decir que sí. La dirigencia descreía porque no se escuchaba su definición y hasta se lo vio ese mismo día, a horas del cierre, comentando el partido de Unión de Santa Fe. Ganó la interna justicialista para senador por Rosario y a la exintendenta socialista Mónica Fein. Fue por mucho. La terminal política fue María Eugenia Bielsa, aunque cada vez tiene más vuelo propio, lo que todo político quiere para no lidiar con objeciones o martes trece. 

Habla de cercanía, de escuchar; la típica, pero que no todos la usan bien. Claro, tiene jugosos recursos de la senaduría a disposición, pero de nuevo: no todos los usan bien. Evita los fuegos artificiales, pero prende algunas mechas políticas. De profesor de acordeón de niño a tener que plantarse con los barones en el Senado. En menos de dos años pasó del micrófono del fútbol a ser el elector del Gobierno nacional en Santa Fe. No tiene qué perder, aunque su lista se juega mucho y puede haber ruido. No quiere quedar en off side, sólo empujarla, como su tocayo futbolista.