Por Facundo Borrego – Publicación original en Letra P
Las jornadas en campaña de Marcelo Lewandowski volvieron a tener un ritmo agitado a 20 días de las elecciones generales en las que el peronismo santafesino buscará al menos una banca en el Senado de la Nación. La agenda se llena rápido y puede mostrar contrastes notorios en una diferencia de horas: participar del Foro de Infraestructura y Construcción donde las grandes empresas tejen sus relaciones con la dirigencia en un hotel del centro rosarino y, al rato, subirse a un ring de box de un club de barrio en el corazón de la populosa Villa Gobernador Gálvez para anunciar su salvataje.
Mientras espera que termine de hablar el gobernador Omar Perotti sobre la obra pública provincial, Lewandowski, desde su silla, le hace señas a su equipo y lo deja desorientado. Al instante llega el WhatsApp avisando que no encuentra la llave de su auto, el mismo que usa para la campaña y que generalmente maneja él mismo. De inmediato, tienen que accionar un plan B, porque en minutos deben salir volando hasta la vecina ciudad.
“Llamalo a Oscar”, sugiere. Oscar es el encargado de llevar los números de la campaña, y, a veces, hace de comodín, como en esta ocasión que pone su Toyota Corolla. Antes de subir al auto, el candidato choca puños con un par de empresarios, cuela un “Dale, hablamos”, y se aleja en silencio porque el evento aún continúa. La agenda se vuelve a superponer por los retrasos y, ya arriba del vehículo, enfila con su equipo al borde del anochecer para el Club Olímpico.
En la puerta del modesto club lo esperan los socios y las socias con el celular preparado, porque quieren una foto con quien activó el salvataje de las instalaciones donde se practica como actividad principal el boxeo. La plata para evitar el remate la giró casi en su totalidad la provincia. «La puso Perotti», repetirán, pero, a quienes aguardan en la puerta al candidato, no le importan los detalles.
Cuando baja del auto empieza el road show del excomentarista del fútbol de primera. Choque de puños, manos extendidas, palmadas en la espalda, entrevista a la televisión local. “Tocó las teclas que tenía que tocar y estamos eternamente agradecidos”, dice el presidente del club en la puerta. En los pocos metros hasta el interior del club, dos personas lo quieren retener y pedirle por alguna gestión. Les dice que luego hablan y que, si no, le acerque un teléfono a un colaborador. En esas palabras hay algo de no querer cargarse de compromisos. “De esos pedidos hay 20 por día en una recorrida tranqui”, argumentan a Letra P en su entorno.
El club es un solo espacio grande bajo un tinglado y algunas dependencias básicas. A los costados, de ambos lados, hay colgadas una docena de bolsas de arena de boxeo y el centro lo ocupa un ring profesional. Más de un sábado por la noche, la señal TyC Sports ha transmitido en vivo veladas de box donde alguna promesa local ha brillado o besado la lona.
Adentro sigue la rutina: foto con los chicos de la escuelita de box, golpes a la bolsa mientras un multimedia filma y dos le sacan fotos, y de nuevo posar varias veces con un grupo de chicas que enseñan lenguaje de señas. Van al menos 15 fotos en los 20 minutos que lleva en el lugar y serán el doble en un rato. Sigue en modo selfie.
El conductor del acto, que hace las veces de presentador de las peleas profesionales para TyC, le habla desde arriba del ring a las 150 personas presentes. Todo sonido rebota en el tinglado: las palabras del presentador, el discurso del candidato, Soledad Pastorutti y Alejandro Lerner cantando Hay una luz en un loop interminable.
“Estas instituciones están expuestas a vivillos y sus cuentas pueden quedar embargadas para pagar juicios inventados por abogados inescrupulosos. Nos podrán quitar muchas cosas pero no la identidad a los clubes”, dice Lewandowski y lo aplauden. No hay alusiones al gobierno del Frente de Todos, ni al presidente Alberto Fernández, ni a la vicepresidenta Cristina Kirchner. Apenas habla de la doctrina de Perón al referirse a la esencia de los clubes de barrio y menciona un par de veces a Perotti.
Más aplausos y el acto parece no terminar jamás: ahora le regalan unos guantes de box y unos carteles de agradecimiento. Tira unos guantes a modo de broma con el intendente de la ciudad, Alberto Ricci, del Frente Progresista, y se baja.
Quiere terminar la extensa jornada, pero resta la segunda parte del evento. Vuelven las fotos, los pedidos, el poner el oído, los agradecimientos repetidos, la despedida. De manera envidiable, la chomba celeste aguanta a la perfección la calurosa noche entre la multitud y bajo el techo de chapa. En un momento se acerca su colaboradora más estrecha y le dice que apareció la llave. Apenas un gesto de alivio y se enfoca en la salida. Esta noche no hay cena con el equipo para cerrar la semana; el cansancio puede más. Piensa en llegar a su casa pasadas las 22 y picar alguna sobra de la heladera y descansar. Al otro día, a las 6, tienen que estar en la ruta.